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viernes, 26 de febrero de 2010

PERSONA de Ingmar Bergman.

“Hay una palabra que siempre me ha obsesionado y que me vino al pensamiento: persona, el vocablo latino con el que se designaban las máscaras detrás de las cuales, en la antigüedad, los actores ocultaban el rostro { …}
Yo estaba encantado: mi film llevaría ese título curioso, Persona, palabra cuyo primer sentido fue extrañamente alterado, porque, de significar máscara, pasó a designar a aquél que se oculta detrás de ella.” Bergman
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La confrontación de rostros, o entre la persona y su máscara. El combate entre una voz y un silencio.
Las películas de Bergman afrontan el existencialismo de una generación.
Metidos en las convulsiones políticas del Mayo del 68 y la Primavera de Praga, los “progres”, en 1968 y en los primeros años de la década de los setenta, desde un punto de vista más íntimo, teniamos a Ingmar Bergman como un cineasta de culto que aguijoneaba nuestras psiques.
Visionabamos, una y otra vez sus películas, siempre de forma proyectiva, y viendo preguntas y respuestas de los aspectos esenciales de nuestras vidas.
Fuí un ferviente seguidor de Bergman y un enfermizo y fascinado amante de Liv Ullmann.
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Detalle de mi Biblioteca de la calle Aragón.
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Ví “Persona” no menos de siete o ocho veces, y coleccionaba los recortes de revistas con fotos de Liv. Las tardes de cine en el Publi , con sus viejas butacas de armazón de madera y olorosa tapicería de color pardo oscuro, el cine de Arte y Ensayo, nos congregaba como la mejor escusa para amar a las amigas; Pilar, Lita, Olga, Rosa … sobretodo Rosa.
Fue una época de amoress adolescentes, convulsos e imposibles.
Bergman me enseñó que se puede escribir la historia de un individuo de una “persona” a través del análisis de su “rostro”.
Fijaros en el rostro, ver y veros desde la obscena óptica del primer plano, aquella que permite ,que se aprecien todas las arrugas. Miraros sin pudor “cara a cara”. Romped la persona – máscara y adentraros en el pozo fétido de las entrañas.
Diseccionar los rostros, vuestro rostro, como los oráculos las visceras, y podreís serviros de la memoria que encierran para ver irrefutablemente los augurios de vuestro destino.
En”Persona”, Bergman mediante el dialogo personificado entre la voz (Alma, la enfermera) y el silencio (Elisabeth, la gran actriz que se ha quedado muda) nos deja perplejos y reflexivos, tocados y enfrentados a nuestras terribles muertes temporales; cuando resulta que, por lo que haya pasado, nos llega a parecer un sin sentido que "el habla" siga caminando; cuando resulta que la vida de uno parece que ha perdido toda posibilidad de trayectoria.
M.O.V. memoria, los vestigios de identidad que publico, es el conjunto de primeros planos de penetrantes miradas a mi rostro, es un cúmulo de máscaras en erupción volcánica, de cajas de Pandora, robadas al tiempo y al olvido,que surgen de la oscuridad, obligadas a decir su secreto, para dar a conocer ese personaje que vive entre su verdad e ilusión.
M.O.V. memoria es un ejercicio de impudor violento que pretende dar fuerza a la voz y vencer la resistencia al silencio.
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Tema de pasado, presente y futuro.
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Dialogos entre Elisabeth y Alma
(En proceso de selección)
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lunes, 15 de febrero de 2010

MI BIBLIOTECA de la calle Aragón.

Viví solo, durante una temporada, en un piso en la calle Aragón, esquina con Condes de Borrell, en un edificio típico del centenario Eixample de Barcelona.
Fachada de piedra, balcones con barandas de modesta forja, persianas de madera de aquellas que se chasquean para arriba y abajo para dejar pasar la penumbra, porticones que se atrancan con baldabas para oscurecer toda luz exterior, suelos de mosaico con dibujos y cenefas, techos ribeteados con artesonados de yeso y adornados con plafones centrales en relieve esperando ser el remate ornamental de una suspendida lámpara de brazos y lágrimas.
El piso tenía un largo pasillo y varias habitaciones espaciosas, por lo que había paredes para colgar cuadros, habitaciones para todo y hasta un cuarto para almacén, siempre tan necesario en mi caso, por mi maldita costumbre de acumular cosas y guardarlo todo.
Tenía lo que siempre he buscado en una vivienda: espacios amplios y definidos.
Monté mi despacho - biblioteca, acondicioné el espacio para la cama, la intimidad y dormir, y le puse barras a todas las paredes para poder colgar cuadros, y cambiarlos de posición según me apeteciera su disfrute.
En esta vivienda nunca habilité ni un comedor ni una sala de estar, aunque algunas veces hice comidas especiales y si que estaba.
En cambio, me construí una habitación, la más grande de la casa, siempre vacía y totalmente blanca. Cerradas las puertas que daban a las habitaciones contiguas y la que daba acceso al pasillo, aquel espacio abstracto y virgen era un escenario en espera de actores, el lugar reservado para la interpretación, la representación y el teatro. Era el espacio de Polimorfo.
Pero dejemos de lado todas las facetas de la casa, que ya volveremos a ella en otro momento.
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Todo mi esfuerzo ahora para visualizar la memoria de mi biblioteca de la calle Aragón, y verla dispuesta alrededor de una mesa grande preparada para estudiar, escribir y trabajar, con sus más de mil libros y los miles de catálogos y documentos de exposiciones de arte, clasificados en archivadores.
Tuve que deshacer aquella casa. No importa ahora por qué. Lo cierto es que no pude llevarme conmigo toda mi biblioteca, pues abultaba y pesaba demasiado.
Mis queridos libros se los llevó un chamarilero, pagándolos a peso.
Pese a todo, algunos pocos se vinieron conmigo. Y de uno en concreto, muy trabajado, anotado y leído, "Más allá del bien y del mal" de Nietzsche, supe, al cabo de los años, que había recalado en muy buenas y cariñosas manos.
Fue Aurora, una amiga, (que coincidencia, "Aurora", el nombre de una obra de Nietzsche), quien un buen día me dijo, dándome una gran alegría: _ "He comprado un libro que era tuyo, en un puesto de libros de viejo". Lo había identificado; lleno de subrayados y anotaciones personales y con el inconfundible sello de Ouroboros, mi Ex-Libris.
Comprándolo, para estos asuntos de la memoria, fue como si lo hubiera sacado de la fosa común.
Antes de despedirme de mi biblioteca, quise quedarme con un recuerdo de su compañía y le pedí que se fotografiara conmigo. Y seleccioné los libros que podían acompañarme, destaqué sobre una mesa algunos de los más allegados y escogí uno para posar con él entre mis manos, para mi supuesta posteridad.
El libro escogido fue: "Sobre Nietzsche, voluntad de suerte" de Georges Bataille.
Después de casi treinta años y unos cuantos debacles más, la colección de fotos de aquella biblioteca ha sobrevivido, para ayudarme a recordar los estupendos tiempos pasados leyendo mis libros queridos. Veo las fotos y todos me traen recuerdos:
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"Diabólica" de Otto Apuy.
Mi libro sobre Barnadas.
... etcétera ...
Los cuadernos de Paris y Londres y el Fil de Cruspinera.
The Shorter Oxford English Dictionary.
... etcétera ...
Los libros de Ruedo Ibérico.
Los libros de Marx, Lenin, Mao. (Aquellas obras escogidas, con sus auteras tapas amarillas, leídas tarde a tarde, sentado en los céspedes de los parques de Londres.)
La colección de revistas de Historia 16.
... etcétera ...
Las obras de Miller, Sade o Castaneda.
Artaud y Grotowsky.
"El mirón" de Robbe-Grillet.
"El Perill del Comediant" de Julio Vivas y José Santamaría.
... etcétera ...
Los libros de arte y de filosofía ... y entre ellos, los de lógica matemática.
Y tantos y tantos más.
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¡Que suerte la mía, al conservar todavía estas fotografías! ¡Cuantas vivencias recuerdan aquellos libros y lecturas! Y que ganas de releer, con urgencia pero con sosiego, algunos de ellos:
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"Persona" de Ingmar Bergman.
"Las palabras y las cosas" de Michel Foucault.
"Obra Abierta" de Humberto Eco.
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El primero lo conservo, será el motivo de mi próxima entrada en este blog. El segundo me lo he comprado y vuelvo a tenerlo, es nuevo pero espero que acabe usado y viejo. El tercero aún no lo he encontrado pero lo busco.
Y como colofón a estas citas.
¡Que suerte, o que infortunio el mío!, cuando al cabo de tantos años he podido rescatar de entre los rescoldos, una vez más, para releerlo, el mismo libros que puse entre mis manos, cuando me despedía de mi biblioteca: "Sobre Nietzsche, voluntad de suerte" de George Bataille.
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¡Que suerte, o que infortunio el mío!, fotografiarme nuevamente, en este caso frente a él, para que este acto me sirva de futuro recuerdo, y por si acaso.
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M.O.V. - memoria es el intento de cargar alforjas para cuando se produzca el nuevo debacle. Una denodada lucha de supervivencia antes de alcanzar el olvido que seremos.
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Tema de pasado, presente y futuro
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Míticas bibliotecas de Babilonia o de Alejandría.
Acogedoras, solemnes y enraizadas bibliotecas públicas o privadas.
Modestas bibliotecas de pueblos y colegios.
Las bibliotecas de José Milícua, Manuel Rufí o tantos otros maestros.
Las bibliotecas de cada uno de nosotros.
BIBLIOTECAS
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Relación de Bibliotecas
(De izquierda a derecha y de arriba a abajo)
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Biblioteca George Peabody, Baltimore, Maryland. USA.
Biblioteca de Sant Lorenzo del Escorial. España.
Biblioteca de Oxford. England.
The Grolier Club Library. New York. USA.
Biblioteca Vaticana. Ciudad del Vaticano.
Wren Library, Trinity College. Cambridge. England.
Biblioteca Central José Celestino Mutis. Cádiz. España.
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jueves, 4 de febrero de 2010

Mi RETRATO de 1977.

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El retrato que me hizo Joan Cruspinera, el 12 de Febrero de 1977, me trae los recuerdos de las incontables horas que pasé en su casa-estudio, en el Barrio Gótico de Barcelona.
Toda su casa era un estudio febril; el cubil del estudio, la vivienda polifacética, la amplia terraza abierta a las azoteas de la Barcelona Gótica y encarada a la contemplación de los pináculos y agujas de la Catedral.
Por doquier telas y papeles, obras minúsculas, de todos los tamaños y de gran formato, finalizadas o en elaboración, apiladas a las paredes, destacadas sobre algún caballete, o extendidas por el suelo, expuestas en todo momento para el deleite, la crítica de los amigos, la autocrítica o la reflexión.
Iba casi a diario a la casa-estudio de Joan. Y ambos, junto con su mujer Annie Pakula, eficaz, abnegada y extraordinaria colaboradora y anfitriona, hablabamos de arte y nos poniamos a trabajar, elaborando, mientras disfrutábamos de un buen cava, proyectos para la difusión de la obra
También haciamos , con la participación de Fernando, actuaciones de improvisación teatral, o sesiones fotográficas de expresión corporal, que sirvieron, entre otras cosas, como material de base para la creación de su "Serie Imágenes".
Joan Cruspinera dibujaba a sus amigos y me retrató a mí, buscando la espontaneidad del instante, pero también una interpretación de la personalidad.
Me dibujó pensativo, reflexivo, participativo, absorto en la contemplación de su obra, con la mirada lanzada contra su inclinada mesa de dibujo, sobre la que silueteó un teléfono, como elemento referencial de nuestra intercomunicación.
Mientras me dibujaba, seguro que estuvimos hablando sobre la "dicción", sobre como debe abordarse la realización de una "obra", tanto en lo que se refiere a una singular, como a la elaboración de una trayectoria.
Cruspinera dibujaba y pintaba sin descanso, porque quería tener la mano rota de "tanto hacer". Practicaba sin cesar, buscando el dominio sobre la manera "de decir", para hacerse con una caligrafía y estilo inconfundibles que le permitieran una intencionada destreza a la hora de afrontar obras más comprometidas y "mayores".
Este retrato es un redoblado ejercicio de mano, a parte de un regalo que aprecio por lo que tiene de documento personal y agasajo.
De aquella época de colaboración con Cruspinera aprendí, lo que Picasso nos enseñó a todos y Cruspinera me transmitió como algo interiorizado y personal ; que para llegar a desarrollar una trayectoria plástica hay que estar en constante actitud, viviendo todo el día desde el prisma de esa "adicción".
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Nota de pasado, presente y futuro.
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A JOAN CRUSPINERA
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DIBUJAR, pintar la poesia,
hacer visibles la palabra, el aire,
darles color y línea y movimiento,
ver que ya todo es uno
imprescindible,
he aquí el gran anhelo, que ya
viene de antiguo,
a navegar el mar
de una bella y no fácil aventura.
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Poema de Rafael Alberti.
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